- Azulejos Artesanos
- 0 likes
- 10082 visitas
Como ya sabes bien a estas alturas y como has leído en este blog, a la hora de hacer y decorar azulejos, existen muy diversas técnicas que proceden de un pasado bastante remoto y que hoy en día siguen utilizándose. Eso sí, se siguen los mismos procesos, aunque en muchos casos, los medios son distintos y más modernos.
Hoy te vamos a hablar de una técnica con origen catalán, el trencadis o técnica de azulejos rotos.
La técnica de los azulejos rotos
Esta técnica, como decimos, tiene un origen catalán. Es un tipo de decoración ornamental de mosaicos que se realiza a base de fragmentos de azulejos cerámicos que están unidos entre sí con argamasa. Lo podemos encontrar muy habitualmente en la arquitectura modernista catalana, y es muy característica.
¿Cuál es la historia de esta técnica?
Los arquitectos modernistas ya tenían predilección por el uso de los azulejos cerámicos en sus trabajos, pero fue Antoni Gaudí (creador de la Sagrada Familia y otros muchos edificios en Cataluña) quien creó un sistema hasta entonces inaudito: usar trozos de azulejos para decorar paredes y muros. Esta es la técnica del azulejo roto.
Cuentan los expertos que en una ocasión Gaudí fue al taller de Lluís Brú y cuando vio cómo colocaban los azulejos, cogió uno y una maceta y la rompió mientras decía: “Se tienen que poner a puñados, sino no acabamos jamás”. Se considera al máximo responsable de la ejecución de esta técnica a Josep María Jujol.
La ejecución
Para realizarla se utilizaban los azulejos que no se querían de la fábrica Pujol i Bausis, en Esplugas de Llobregat, además de fragmentos cerámicos de distinta procedencia. Y la técnica para hacer los mosaicos era la del opus tessellatum.
Se utilizaban azulejos esmaltados de colores vivos para conseguir el cromatismo, y así se conseguía el máximo efecto de brillo gracias a que la luz reflejaba directamente en las composiciones.
Se podía crear las piezas con un método indirecto de aplicación, previo diseño con una plantilla de papel en el taller, con el que se tapaba el dibujo con los fragmentos de azulejo. Luego se llevaba al lugar donde iba a estar, y sobre esa superficie se disponía en sentido inverso.
También se podía hacer sin diseño previo, aplicándolo directamente sobre una superficie de mortero blanco. El resultado final, dependía de la pericia del artesano que podía hacer bastantes modificaciones de la superficie para dar sensación de espontaneidad.